Facebook me recuerda estos días que hace dos años publiqué Fuera hace frío. Es una eternidad y un suspiro a la vez. Casi no termino esta novela. Estaba bloqueado. Hasta que una mañana, en el bus, tras un turno de noche estresante, me asaltó la imagen de Noelia bajo la lluvia con la gata en brazos. La vi con tanta claridad como si realmente estuviese delante de mí. No sé por qué surgió esta visión en ese instante, pero comprendí inmediatamente su significado trascendental para la suerte de la novela. Todavía hoy la veo en mi cabeza con toda su viveza. Parece un recuerdo real y no una invención de mi imaginación.
Me pregunto si ahora esta visión u otra de las que han dado vida a esta novela forma parte de los recuerdos de algún lector; si esta suerte de apariciones literarias en las que el escritor parece solo un médium y no el autor de su propia creación son precisamente las que recordamos después de leer una obra. O si nuestros recuerdos de lectores obedecen solo a nuestros propios fantasmas, en un juego de espejos donde el texto actúa como un cristal mágico que devuelve a cada cual el reflejo de sus propias obsesiones.
Lo que sí sé a estas alturas, dos años después de su publicación, es que muchos lectores habéis disfrutado con Fuera hace frío. Os agradezco los cálidos mensajes que me habéis enviado para hacérmelo saber. Espero que muchos más os sigáis animando a conocer a Noelia, Carlos y el resto de los personajes que me utilizaron para contar su historia 😉
«Si no mencionas las cosas, no existen y eso es, precisamente, lo que yo quiero evitar».
Hasta luego, futuro Laura Urcelay
Rawiya tiene doce años cuando un colono asesina a su mejor amiga. Esta experiencia traumática provoca, por un lado, que no pueda despedirse de su amiga sin bucear primero muy dentro de sus emociones. Por otro lado, su indignación la empuja a escribir un diario. Quiere dar testimonio de las injusticias y atropellos que sufre su gente y, también, de su valor para mantener la dignidad y la esperanza a pesar de todo. Este diario que escribe Rawiya, «la que cuenta historias», es el que constituye esta novela. En ella, un mundo aparentemente lejano de violencia y miseria, el de los palestinos en los Territorios Ocupados, se revela poblado de personas que podemos sentir como de nuestra propia familia por lo cercanas que resultan.
«La idea de ser respetado solía intimidarme excesivamente. Mi definición de un hombre «respetable» era la de quien ha triunfado casi completamente en engañar a la gente, pero que, finalmente, es desenmascarado por alguien omnisciente, omnipotente, que le arruina y le hace sufrir una vergüenza peor que la muerte».
Indigno de ser humano Osamu Dazai
Tres fotografías, tres diarios. Su protagonista es Oba Yozo, un loco según nos cuenta el escritor que introduce la historia y que le va a dar su epílogo. Desde el primer momento, Yozo nos hace partícipes de la visión monstruosamente deformada que tiene de su propia naturaleza. Se siente «descalificado como ser humano», abrumado por la vergüenza que le provocan sus limitaciones y faltas y por la conciencia de su incapacidad para encajar entre quienes se supone que son sus semejantes. Yozo se esconde tras la máscara de un payaso para que los demás le toleren. Le aterra que puedan descubrirle. Actuará con vileza y cobardía, nunca dará la talla, ni siquiera tendrá éxito con sus intentos de suicidio. Solo triunfará como libertino, entregándose a una vida de total disipación:
«Pronto comprendí que la bebida, el tabaco y las prostitutas eran excelentes medios para disipar (aun por unos pocos momentos) mi terror hacia los seres humanos. Llegué incluso a sentir que si tuviese que vender hasta mi última posesión para obtener estos medios de escape, merecería la pena».
Yozo es incapaz de amar, pero es amado una y otra vez por las mujeres que va conociendo, lo que lleva a preguntarse si detrás del terrible retrato que nos hace de sí mismo hay una verdad sustancial sobre él que está vedada a su comprensión. Cuando la última página de sus diarios termina con el relato de su ignominiosa vida, el epílogo que nos ofrece el escritor que nos presenta su historia arroja una luz inesperada sobre Yozo que lleva a cuestionarse sobre el sentido último de todo lo contado hasta ese instante.
Osamu Dazai publicó Indigno de ser humano en 1948, poco antes de suicidarse. Tenía treinta y nueve años. Los rasgos autobiográficos de esta obra son conocidos. Los intentos de suicidio, la ruptura con su padre, que lo desheredó, su paso por el Partido Comunista, su internamiento en el psiquiátrico, sus excesos con el alcohol, su adicción a la morfina… El tratamiento que Dazai da a estos hechos a través de la mirada desapasionada de Yozo es sobrio y ceñido al pequeño detalle, una réplica literaria de la técnica pictórica que Yozo ensalza en sus diarios:
«Qué superficialidad –y qué estupidez– hay en intentar describir de una manera bella cosas que uno ha pensado bellas. Los maestros, a través de sus percepciones subjetivas, crearon belleza a partir de trivialidades. No escondieron su interés incluso en las cosas que eran nauseabundamente feas, sino que se empaparon ellos mismos en el placer de describirlas».
Lo que es bello y feo varía según el quién y el cuándo. Yozo vive en el Japón de la dictadura militar y el imperialismo. Sus contemporáneos son fanáticos capaces de los peores crímenes. ¿Y él?
«Me siento como si hubiese sido un “paria social” desde el momento en el que nací».
Yozo está fuera. No puede ser como quienes le rodean. Su conciencia moral le aparta de los demás. Lo que aparece como realmente monstruoso en él no son sus faltas, por grandes que estas puedan ser, porque en ningún caso Yozo persigue el mal ajeno, sino la supervivencia de su espíritu crítico en una sociedad borracha de fanatismo y violencia.
Obra profundamente inquietante, testamento de uno de los autores de culto de la literatura japonesa, Indigno de ser humano, de Osamu Dazai, mueve a una honda reflexión sobre la compleja relación entre el individuo y la sociedad. Como escribió Dazai:
«Lo incomprensible de la sociedad es lo incomprensible del individuo».
Me ha pasado leyendo un libro hace poco. Lo he tenido que dejar porque no me creía lo que me estaban contando. Es un libro de denuncia, basado en hechos reales que suceden en un país lejano. Sigue leyendo →
Fotograma de «La casa encantada», de Robert Wise, primera y mejor adaptación al cine de «La maldición de Hill House».
Nunca me han querido en ninguna parte.
La maldición de Hill House
Shirley Jackson
Eleanor, la protagonista de esta bella novela gótica, es una mujer solitaria que ha pasado once años cuidando a su madre enferma. Tres meses después de su muerte, vive con su hermana, su cuñado y su sobrina. Su presencia es tolerada pero indeseada y ella lo sabe:
La única persona a la que odiaba genuinamente en el mundo, ahora que su madre había muerto, era a su hermana.
Eleanor acude a Hill House por la llamada de un investigador de fenómenos paranormales.Sigue leyendo →
El mago Lubitsch. Ilustración de Marta Gómez-Pintado
El señor Lubitsch es un Nerón jugando con su lira mientras Roma arde.
Bosley Crowther, crítico del New York Times
Una risa no es algo a despreciar.
Greenberg, en Ser o no ser.
Ernst Lubitsch, director y guionista junto con Edwin Justus Mayer
La sátira es algo muy serio, aunque no tanto como los censores y los críticos que velan por las buenas formas en el arte, atañan estas a la moralidad o a la estética. De hecho, cuanto más inmoral y grotesco sea el sistema que defienden, más importante se hace su presencia.
El Código Hays imperaba en Hollywood desde 1934, un código de autocensura que los magnates de la industria cinematográfica de Hollywood habían abrazado con fervor para garantizar la buena marcha de su negocio. Sigue leyendo →
Y lo más extraño en aquella calle de pesadilla era que ninguna de las cosas en venta había sido fabricada allí. […] Toda la gente en todas las tiendas eran o compradores o vendedores. No tenían otra relación con las cosas que la de la posesión.
Los desposeídos Ursula K. Le Guin
El ejercicio de la imaginación es peligroso para quienes se aprovechan del estado de las cosas porque tiene el poder de demostrar que el estado de las cosas no es permanente, ni universal, ni necesario.
Una guerra sin fin Ursula K. Le Guin
Anarres y Urras son dos planetas gemelos. Anarres es un mundo casi desértico y que apenas ofrece los mínimos recursos de supervivencia a sus habitantes, una colonia anarquista fundada por Odo, la visionaria líder que fue perseguida y encarcelada en Urras antes de huir generaciones atrás con sus seguidores. Urras, por su parte, es un mundo muy parecido al nuestro, con dos grandes potencias enfrentadas y que vamos a conocer al tiempo que Shevek, el protagonista de esta moderna odisea. Shevek es un físico que se siente exiliado entre los suyos y que decide emprender el camino de vuelta hacia el mundo del que vino su gente con la esperanza de poder servir de puente entre ambos lados de la frontera.
Malik Bendjelloul, director de «En busca de Sugar Man»
Cuando la leyenda se convierte en hecho, se imprime la leyenda.
El hombre que mató a Liberty Valance
John Ford
No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía.
El mito de Sísifo
Albert Camus
Malik Bendjelloul, el director sueco de este perfecto cuento de hadas que es En busca de Sugar Man, se tropezó con la historia del músico Sixto Rodriguez durante una charla con el dueño de una tienda de discos en Ciudad del Cabo.Sigue leyendo →
Mientras esperaba, recordó las recomendaciones de su jefe: nada de amenazas, cortesía señorial, espíritu de conciliación, confianza contagiosa. Todo esto para no intimidar al deudor, regresar con la dirección exacta y poder iniciar el juicio y el embargo.
NOTA: El análisis que sigue sobre Casa tomada puede arruinar la lectura de este cuento a quien no lo conozca todavía por la información que aquí se ofrece del mismo. Avisados quedáis 😉
Sobre obsesión, creatividad, sueño y mito
Casa tomada, de Julio Cortázar. Ilustración de Marta Gómez-Pintado
La gran mayoría de mis cuentos fueron escritos —cómo decirlo— al margen de mi voluntad, por encima o por debajo de mi consciencia razonante, como si yo no fuera más que un médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena.
Algunos aspectos del cuento Julio Cortázar
Julio Cortázar escribió su cuento Casa tomada después de un sueño. Su relato de esta experiencia en su entrevista con Joaquín Soler Serrano en el programa de TVE A fondo (1977) permite conocer de primera mano cómo llegó al papel lo que empezó como una pesadilla: Sigue leyendo →
«Las mentiras resultan a menudo mucho más verosímiles, más atractivas para la razón, que la realidad, porque quien miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia espera o desea oír. Ha preparado su historia para el público con la preocupación de hacerla creíble, mientras que la realidad tiene el hábito desconcertante de confrontarnos con lo inesperado, para lo que no estábamos preparados».
Crisis de la República Hannah Arendt
Nuestro espíritu crítico se activa cuando tenemos que tomar una decisión, elegir entre bienes incompatibles o el menor de los males. Si nos engañan o interpretamos equivocadamente la información que tenemos, tomaremos una mala decisión que, desde ese momento, justificaremos. La fe que ponemos en nuestras decisiones nace de esa misma capacidad que tenemos para la «suspensión voluntaria de la incredulidad» ante la ficción de la que hablaba Coleridge. Por lo mismo, la ficción puede activar nuestro espíritu crítico e introducir una saludable duda sobre la verdad de nuestra situación.
Es preferible lo imposible verosímil a lo posible inverosímil.
Poética
Aristóteles
“Basado en hechos reales”: cuando vemos esta advertencia al comienzo de una historia nos predispone a creer en la verdad de lo que vamos a ver o leer por increíble que pueda resultar, y también a darle más valor, pues preferimos lo verdadero a cualquier sucedáneo.
Ahora bien, si la historia falla en la exposición de los personajes y la trama, nos empezará a resultar increíble de verdad lo que sucede, por muy basado en hechos reales que esté, y acabaremos poniendo en duda que haya pasado realmente, o pensaremos que ha ocurrido de cualquier otra manera a como nos lo están contando. Sigue leyendo →
Incompetencia, secretismo, engaño: así se escribe la historia de los accidentes nucleares
No sólo nos engañaban las autoridades, tampoco nosotros queríamos saber la verdad.
Liudmila Dmítrievna Polénskaya, maestra rural
No, no eran una pandilla de criminales. Más bien nos encontramos ante una combinación letal de ignorancia y corporativismo.
Vasili Borísovich Nesterenko, ex director del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Belarús
Voces de Chernóbil
Svetlana Alexiévich
El accidente nuclear de Chernóbil (1986) marca la fecha del desmoronamiento del poder soviético, lo que en cierta forma resulta muy tranquilizador, porque permite aislar el fenómeno dentro de unos parámetros muy lejanos de los nuestros. Sin embargo, la lectura de Voces de Chernóbil, que ilumina sin duda ese momento de la caída del comunismo, revela igualmente un preocupante parecido de la conducta de la gente bajo un régimen totalitario y bajo otra clase de gobiernos, donde en principio cabría esperar una respuesta diferente ante hechos de una gravedad extrema. Sigue leyendo →
La visión del autor. Ilustración de Marta Gómez-Pintado
¿Importa más la trama o el personaje? Robert Mckee, en El guión, expone brevemente el desarrollo histórico de esta cuestión. Si para Aristóteles era la trama la que prevalecía sobre el personaje, para los novelistas modernos es el personaje quien manda. Sostiene Robert Mckee que este debate es irresoluble, ya que “el planteamiento es engañoso”. Según él, “la estructura es el personaje y el personaje es la estructura”. Esta visión, que quizás compartan muchos guionistas y escritores actuales, es tan acertada o discutible como las anteriores. El trasfondo histórico explica esta percepción diferente sobre la trama y el personaje.
Dorothy Martin. Ilustración de Marta Gómez-Pintado
Estamos en Chicago, 20 de diciembre de 1954. Dorothy Martin lidera una secta apocalíptica. A través de la escritura automática, los seres del planeta Clarion llevan meses comunicando con ella y le han hecho saber que este día a medianoche va a ser el fin del mundo. Sigue leyendo →
Todo creador quiere ser original, que su voz destaque en el coro reflejando su carácter único e irrepetible que le hace diferente al resto. Para muchos, lo original se reduce a lo nuevo. Desprecian los referentes clásicos, que para ellos son la pesada herencia de la que hay que deshacerse. Sin embargo, esta herencia influye sobre ellos igualmente. No puede haber un ateo sin un Dios al que negar, como no puede existir lo moderno sin lo clásico o lo nuevo sin lo viejo.Sigue leyendo →
Millones de personas viven hoy desplazados de sus hogares por las guerras, hambrunas y persecuciones políticas o religiosas en la mayor crisis de refugiados que se conoce desde el final de la II Guerra Mundial.
Millones de personas también han perdido sus casas, sus trabajos y sus ahorros a consecuencia de la crisis de 2008, que ha traído toda suerte de recortes en la educación, sanidad, salarios, mientras billones del presupuesto público eran destinados a cubrir las pérdidas del sector bancario y financiero en lo que oficialmente se ha llamado rescate y que una mayoría creciente consideramos una estafa, cuyo objetivo básico es enriquecer a unos pocos a costa de volver un infierno la existencia del resto.
En resumen, podemos decir que nos han sacado de una patada de nuestra zona de confort y que todavía estamos recomponiendo la figura después del golpazo. Sigue leyendo →
Hitchcock a punto de encenderse un puro. Ilustración de Marta Gómez-Pintado
Si te gusta cómo empieza una historia, lo primero que querrás saber es cómo acaba. Lo imprevisto y la incertidumbre son lo que mantiene la emoción. Sin sorpresa ni suspense las expectativas que genera la historia se cumplirán de la manera más previsible, que es también la más aburrida.
Sorpresa: pasas un reconocimiento médico rutinario y descubren que tienes un tumor. Tu vida da un giro inesperado.
Suspense: realizas nuevas pruebas para determinar si el tumor es benigno o maligno. Permaneces en vilo hasta que tengas el resultado. Cada detalle se carga ahora de sentido, como esa verruga que tienes en el cuello. ¿Desde cuándo está ahí? Buscas una clave que te permita anticipar lo que va a suceder. ¿Y qué haces ahora? ¿Investigas sobre el tema? ¿Hablas con los tuyos o esperas para no preocuparles? Hagas lo que hagas, todo queda supeditado al momento en el que te comuniquen el resultado de las pruebas.
Si la sorpresa está conectada con el sentido de la historia, revelará una dirección hasta entonces oculta de la narración. Actúa como punto de giro. Empuja la acción hacia delante.
Si el suspense está conectado con el sentido de la historia, la expectativa que genera afectará decisivamente a la suerte de los personajes, incluso aun cuando estos no fuesen conscientes de ello. El suspense facilita que nuestras emociones se conecten con el relato. Cuanto más haya en juego, más emocionante nos resultará lo que suceda hasta que se resuelva el conflicto. El suspense retarda la acción.
Por el contrario, si la sorpresa es mera anécdota, su carácter arbitrario, no necesario, lastrará el ritmo del conjunto y solo la brillantez del efecto que consiga puede justificarla, aunque este efecto será efímero. A su vez, si el suspense afecta a una cuestión menor, que en nada altera el curso de la narración, su carácter superficial recargará la historia de barroquismos efectistas que tenderán a distanciar al público, y en la distancia la emoción se pierde.
La sorpresa y el suspense son dos técnicas narrativas que imitan la manera en la que nos afecta lo imprevisto y la incertidumbre en nuestras vidas.
Lo imprevisto y la incertidumbre ponen en cuestión el sentido que damos, a través de nuestras expectativas, a nuestras acciones.
Sin lo imprevisto ni la incertidumbre todos nuestros empeños culminarían con éxito en una cadena lógica de causa-efecto, lo que nos convertiría en autores de nuestra propia vivencia, a semejanza de los dioses. Nos bastaría con desear algo para conseguirlo. Pero somos simples actores que sólo encontramos el sentido a nuestras acciones al concluirlas y situarnos con relación a ellas como espectadores. Por ejemplo: compras una casa pensando que va a ser la base sobre la que se construya tu futura felicidad y acaba siendo tu ruina porque al final no puedes pagar la hipoteca y te desahucian.
Lo único que sabemos seguro sobre el resultado de nuestras acciones es que, en un punto que desconocemos, la muerte interrumpirá su curso. En ese punto ya no cuentan intenciones y posibilidades. La lectura de sentido se hace sobre un trayecto cerrado que interpretamos como un destino cumplido.
El sentido final de una historia se alcanza allá donde todo imprevisto e incertidumbre se agota.
En cierta manera, toda historia es un relato de suspense que arranca con una sorpresa que cambia las expectativas de su protagonista (rompe su equilibrio, ya sea interna o externamente) y le obliga a actuar para volver a encontrar la armonía perdida, lo que le conducirá a nuevas sorpresas y revelaciones que alterarán el sentido de su vivencia hasta anclar su significado en el punto final, ese punto más allá del cual ya no puede haber sorpresa ni suspense.