¿Realmente había más gente interesada en mirar que en ser mirada?
Kentukis
Samanta Schweblin
Samanta Schweblin imagina un mundo en el que los kentukis son la nueva sensación del mercado, unas mascotas de peluche implementadas con la tecnología de las redes móviles. Topos, cuervos, dragones, lechuzas, conejos, hay para todos los gustos. Lo que hace diferentes a estos kentukis es que llevan una cámara incorporada y que pueden ser accionados por control remoto. Cada kentuki tiene una sola conexión. Por un lado están los dueños de la mascota y por otro los que la manejan a través de una tablet desde la distancia. El sistema de emparejamiento es aleatorio y a escala global. En la práctica, los dueños del kentuki dejan que un extraño los observe en su intimidad. Basta que un kentuki agote su batería una vez para que no vuelva a funcionar. Muchos se arrepienten de haberlos enchufado antes de que eso ocurra.
Nuestra intimidad está siendo colonizada por los ingenios tecnológicos que nos espían con nuestra complicidad y a los que confiamos voluntariamente nuestras inquietudes. Las grandes multinacionales y poderes afines usan esa información para moldear nuestra conducta de acuerdo a sus intereses. Samanta Schweblin pone el énfasis en una realidad aún más perturbadora. Analiza esa extraña parte de nosotros que se amolda tan bien a la celada tecnológica en la que estamos atrapados. El comportamiento de sus protagonistas despierta interrogantes mucho más cercanos e inquietantes que la incógnita sobre quién está detrás de estos peculiares kentukis.
Explica la propia Samanta Schweblin en una entrevista en Letras Libres:
«[…] hay un miedo generalizado, cuando se piensa en el peligro de las tecnologías, asociado a esta especie de Gran Hermano orwelliano que todo lo sabe y todo lo controla, asociado a su vez quizá a una compañía perversa y global, o a algunos gobiernos. No niego esta posibilidad, de hecho, cada vez nos suena menos a ciencia ficción. Pero antes que este monstruo inminente, el gran peligro somos nosotros mismos, los usuarios, con todo nuestro sistema de prejuicios, equívocos y violencias».
Samanta Schweblin escribe una novela coral en la que la acción transcurre en diferentes puntos del planeta. Cinco historias vertebran estas idas y venidas por el globo. Un niño en Antigua que quiere ver la nieve, una mujer en Oaxaca que atraviesa una crisis personal y que está pasando una temporada con su pareja en un taller para artistas, un emprendedor en Zagreb que trafica con los códigos de los kentukis son algunos de esos hilos conductores de la trama.
Las diferencias culturales, de idioma y de horarios son un obstáculo menor para que funcione la peculiar conexión que se establece entre los dueños de los kentukis y quienes los encarnan virtualmente desde el anonimato de sus tablets. Son los instintos más bajos de unos y otros, a veces exprimidos conscientemente y en otros momentos proyectados como sombras reveladoras, los que cortocircuitan el juego y lo convierten en una aberración. Aunque los kentukis también son capaces de sacar el lado más bello y solidario de sus usuarios.
Samanta Schweblin utiliza en Kentukis un lenguaje directo, felizmente libre de artificios, para introducirnos de lleno en las variadas situaciones a las que da lugar su propuesta de este mundo lleno de kentukis, cuyas posibilidades explota con maestría. Una lectura llena de suspense y que nos mueve a interrogarnos por las oscuras necesidades que satisface la creciente oferta de artefactos tecnológicos en un mundo en el que la comunicación interpersonal está cada vez más mediada por ellos.
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Lo leí el año pasado. Me gustó la idea general de la novela, pero me pareció un libro mucho más flojo que su espectacular «Distancia de rescate» o que sus volúmenes de cuentos… Un abrazo, Juan
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«Distancia de rescate» es una locura de libro. Todavía no me he leído sus cuentos. Parece que ella se considera cuentista antes que novelista. Saludos, Mayte 🙂
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Tiene que ser interesante, pues vivimos en un mundo en el que sentimos que cien ojos nos vigilan, y sin embargo casi es difícil encontrar dos pares de ojos que se miren. Es el mundo raro.
Buena tarde, amigo.
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Difícil decirlo mejor. Eso está en el centro de esta novela. Saludos, azurea20 🙂
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Que bueno que te gusto el libro, las personas que conocen la bibliografía de la autora dicen que es su peor trabajo, eso me hecho para atrás aunque la premisa es muy interesante,se nota que hay un deseo de criticar el uso que le damos a las redes sociales. Quizás algún día lo lea con bajas expectativas. ¡Saludos!
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Resulta difícil empatizar con los protagonistas de esta novela. Es un buen retrato de esta sociedad XD Saludos 🙂
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Me intriga saber el lado positivo de esto («capaces de sacar el lado más bello y solidario de sus usuarios»). Creo que vivir a través de otros (los que miran) o vivir para que a uno lo miren (los que se dejan mirar) no puede ser saludable. Interesante premisa y muy acorde con los tiempos.
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No es nada saludable, como dices. Sin embargo, Patricia Schweblin explora las múltiples posibilidades de este tema, que dan oportunidad también a que aparezca ese lado amable. Saludos, Paula 🙂
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Recuerdo que el libro me llamó la atención por su portada pero la sinopsis no me convenció, ahora tu post si que lo hizo asique lo anoto en la lista. En estos momentos no estoy por este tipo de historias porque ya bastante con la pandemia y su forzada comunicación a través de pantallas y horas extras por internet y la computadora en general,
Saludos 🙂
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Samanta Schweblin estaba en Berlín, lejos de los suyos, cuando se le ocurrió la historia. El remedo de intimidad que ofrecen las pantallas en la distancia está en la raíz de lo que cuenta. La pandemia ha acentuado el problema. Saludos 🙂
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Tu reseña me ha hecho recordar que tengo que volver a Schweblin. «Distancia de rescate» me impresionó. Y los temas que mencionas me interesan, me la apunto.
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«Distancia de rescate» es genial. Esta novela es muy distinta, pero igualmente interesante. Casi me ha gustado más al pararme a pensar sobre ella que mientras la leía. A ver qué te parece si la lees. Saludos 🙂
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