
«Contra nuestros liberadores o contra nuestro gobierno no está permitida ninguna crítica ni broma. Con una simple denuncia se lleva a la cárcel a cualquiera, sin procesos y sin juicios. Hombres y mujeres desaparecen sin que se sepa por qué, y su familia no vuelve a tener nunca noticias suyas».
El gran cuaderno
Agota Kristof
Agota Kristof huyó de Hungría con su marido siendo muy joven. Fue cuando los rusos aplastaron con sus tanques la Revolución húngara en 1956. Su marido temía represalias de los comunistas. Refugiada en Suiza, Agota Kristof comentaba sobre su adaptación al lugar: «Más habría valido que mi marido hubiera estado dos años en la cárcel que yo cinco en una fábrica». Los dos gemelos protagonistas de El gran cuaderno tienen que adaptarse también a un nuevo lugar, obligada su madre, por la guerra, a dejarlos con su abuela. Esta mujer, a la que llaman La Bruja y que ciertamente lo parece, ve a sus nietos como una carga indeseada. Pronto se verá que está muy equivocada.
Los gemelos demuestran una rápida capacidad de adaptación. Se disciplinan con ejercicios que recuerdan a los de ciertas órdenes religiosas, pero sin afán alguno de iluminación mística. Quieren «vencer el dolor, el calor, el frío, el hambre, todo lo que hace daño». Sus esfuerzos tendrán recompensa. Recogen sus espeluznantes hazañas en un gran cuaderno, que es lo que leemos. Su estilo directo y sin concesiones, ajeno a todo adorno e intento de embellecer la fealdad de su mundo, se rige por reglas claras que ellos mismos exponen:
«Para decidir si algo está «bien» o «mal» tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos.
»Por ejemplo, está prohibido escribir: «la abuela se parece a una bruja». Pero sí está permitido escribir: «la gente llama a la abuela «la Bruja»».
Este esfuerzo de objetividad es llevado a su extremo:
«Escribiremos: «comemos muchas nueces», y no: «nos gustan las nueces», porque la palabra «gustar» no es una palabra segura, carece de precisión y de objetividad. «Nos gustan las nueces» y «nos gusta nuestra madre» no puede querer decir lo mismo. La primera fórmula designa un gusto agradable en la boca, y la segunda, un sentimiento».
A esta frialdad se suma la brutalidad extrema de diversos pasajes, una combinación que podría echar para atrás. Y, sin embargo, seguimos con creciente interés el trayecto iniciático de estos gemelos en ese mundo de horror en el que tienen que sobrevivir. Comprendemos ese mundo mucho mejor de lo que nos gustaría. El más fuerte manda, no hay otro código moral. Los gemelos se van a vestir de ángeles exterminadores para hacer valer su propia ley, que antes que justicia va a traer más destrucción.

El gran cuaderno, de Agota Kristof, ha sido adaptado al teatro y al cine. Su propia concepción le debe mucho al teatro, que fue el primer campo literario en el que destacó su autora. Su gran éxito animó a Kristof a escribir La prueba (1988) y Tercera mentira (1991), completando así su trilogía Claus y Lucas. Si todavía no conocéis a este peculiar dúo y se cruzan en vuestro camino, mejor que os llevéis bien con ellos.
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Es un libro fascinante. Me encantó, pese a esa brutalidad que mencionas.
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Casi abandono la lectura un par de veces, pero, claro, está hablando de la guerra, no de una excursión campestre. Es una obra fascinante, como dices. Saludos 🙂
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¡Hola! Este post me recuerda que tengo a la autora entre mis pendientes aunque probablemente empiece con «La analfabeta» otra novela suya que tiene muy buenas criticas. Que interesante fue la vida de Agota Kristof, con razón escribía sobre temas tan duros. ¡Saludos!
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Esta obra transpira autenticidad. Quiero leerme también «La analfabeta», imagino que será muy diferente. Saludos, Noctua 🙂
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Un poco duro para mi gusto… Mmm, «gusto», no sé si es la palabra adecuada. Me llamó la atención lo de la escritura objetiva. Quizás el propósito era no enloquecer. Si nos asimos a la realidad, no enloqueceremos. Muy interesante.
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No se me había ocurrido mirarlo así, muy interesante lo que dices. Lo que me llama la atención es la habilidad que tiene la autora para provocar emociones con un lenguaje tan aséptico. Gracias por pasarte y comentar, Paula. Saludos 🙂
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