«Castellio contra Calvino» (1936), de Stefan Zweig

Castellio contra Calvino. Portada del libro. Una mano dibujada que sujeta un rayo

Toda nuestra justicia es iniquidad. Nuestros méritos, estiércol. Nuestra gloria, oprobio. Y lo mejor que sale de nosotros, está siempre contaminado y viciado por la impureza de la carne y mezclado con la inmundicia.

Institutio religionis christianae
Juan Calvino

Al reflexionar acerca de lo que en definitiva es un hereje, no puedo sino concluir que llamamos herejes a aquellos que no están de acuerdo con nuestra opinión.

Contra libellum Calvini
Sebastián Castellio

En pleno auge del nazismo, Stefan Zweig publica Castellio contra Calvino. Este es un ensayo crítico sobre Juan Calvino y la dictadura teocrática que implantó en Ginebra durante el siglo XVI. El paralelismo histórico es claro. Si Stefan Zweig no consiguió con esta obra que los nazis quemasen y prohibiesen sus libros es porque ya lo había conseguido con sus obras anteriores, inspiradas todas por un profundo sentimiento pacifista y de tolerancia.

El ascenso de Calvino al poder demuestra que, ayer y hoy, en los momentos de crisis, son muchos los que prefieren esclavizarse bajo un yugo autoritario a defender su libertad si con eso creen que el orden y la prosperidad material volverán a sus vidas. Para la gente así, el precio a pagar siempre les parece pequeño, aunque como en el caso de los ginebrinos con Calvino y sus secuaces, se les prohíba hasta ser dueños de su intimidad.

«En cualquier momento, de día o de noche, puede sonar la aldaba golpeando fuertemente contra la puerta y un miembro de la policía religiosa aparecer para efectuar un registro, sin que el ciudadano pueda rechazarle. Una vez al mes, tanto el más rico como el más pobre, el más respetable como el más insignificante, deben dar cuenta detallada a este fisgón profesional de las costumbres».

Calvino impone un régimen de terror para guiar a su descarriado rebaño. Proscribe la música y la risa y todo lo que no sea la absoluta obediencia a sus estrictos preceptos de conducta. Calvino monta una red de policías de las buenas costumbres. Mediante la amenaza de la excomunión y el exilio, doblega las voluntades de sus gobernados. Estos, temerosos de ser señalados, pasan a ser ellos mismos espías de sus vecinos y de sus propias familias. Un buen ciudadano solo debe rendir cuentas a Dios, y no hay en Ginebra más intérprete válido de la voluntad divina que Calvino.

Para que el dominio de Calvino sea total, para que su voluntad y la de su rebaño se fundan en una sola, aún falta cruzar una última línea. Nada une más que el crimen. Y cuanto más injusto y arbitrario, más sólido es el lazo que crea. Calvino ordena el asesinato del médico español Miguel Servet. Le condena a morir en la hoguera por herejía. Este será el sacrificio del chivo expiatorio que garantizará a Calvino el poder absoluto sobre los ginebrinos hasta el día de su muerte.

Sebastián Castellio es un humilde profesor exiliado en Basilea y viejo rival de Calvino. Su carácter es incompatible con el del dictador de Ginebra. Castellio ama la libertad. Alza su voz públicamente en contra de este vergonzoso crimen, el asesinato de Miguel Servet:

«Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un hombre. Y no se hace profesión de la propia fe quemando a otro hombre, sino únicamente dejándose quemar uno mismo por esa fe».

Sebastián Castellio ha firmado su sentencia de muerte con estas palabras. Calvino le perseguirá hasta el último de sus días por defender la libertad de conciencia frente a quienes, como él, imponen sus dogmas a sangre y fuego. Calvino ha traicionado con su crimen la libertad de conciencia predicada en el seno de la propia Reforma protestante contra el poder dictatorial de la Iglesia de Roma. La ha traicionado porque sabe que el pensamiento libre es siempre el germen de la acción que acaba por derrotar a todas las dictaduras.

Stefan Zweig alcanza en Castellio contra Calvino una de sus cimas creadoras. Gracias a su estilo apasionado, de gran penetración psicológica, asistimos, desde la primera línea de la batalla, a este inolvidable duelo del «mosquito contra el elefante», en palabras del propio Castellio. Una defensa vibrante de la libertad de conciencia ayer, hoy y siempre.

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8 comentarios en “«Castellio contra Calvino» (1936), de Stefan Zweig

    • Acabo de ver tu comentario, no me llegó aviso vete a saber por qué. La mirada profunda y empática de Stefan Zweig brilla con particular fuerza en «El mundo de ayer». «Castellio contra Calvino» es otra de sus grandes obras.
      Gracias por pasarte y comentar.
      Saludos 🙂

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