«A cada cual, lo suyo» (1966), de Leonardo Sciascia

Portada de "A cada cual, lo suyo", de Leonardo Sciascia

«—Un anónimo —repitió el farmacéutico. Aún no la había tocado y ya venía aquella carta a destruir su vida doméstica, a fulminar a la mujer no muy guapa, ni muy joven, ni muy limpia a la que tenía preparando en la cocina el cabrito al horno de la cena».

A cada cual, lo suyo
Leonardo Sciascia

Leonardo Sciascia disecciona en A cada cual, lo suyo la pequeña sociedad de un pueblo siciliano cuya tranquilidad se ve alterada por el anónimo que recibe el farmacéutico del lugar, hombre respetado por todos y que va a ser rápida presa de la maledicencia de sus paisanos.

«Esta carta es tu sentencia de muerte, morirás por lo que has hecho».

Lo que todos piensan que ha hecho es tener una aventura extramatrimonial, pero el farmacéutico es fiel a su mujer. Tampoco tiene enemigos conocidos ni ningún pleito pendiente con nadie. Todos se toman el anónimo como una broma. El farmacéutico, que conoce bien a sus paisanos, cree que el motivo del anónimo puede estar relacionado con su gran pasión: la caza.

«Ya se sabe lo envidiosos que son los cazadores: basta que tenga uno un buen hurón, o un buen perro, para que le odien todos los del pueblo, incluidos los amigos, los que salen a cazar con uno y todas las tardes vienen de tertulia a la farmacia».

Es en una partida de caza, precisamente, cuando matan al farmacéutico y también al doctor Roscio, que le acompañaba y al que todos consideran víctima fortuita. Este asesinato viene a confirmar las sospechas de todos sobre el farmacéutico. Tampoco la policía encuentra en su investigación un hilo del que tirar que contradiga esas sospechas.

Solo Paolo Laurana, profesor de italiano y latín en el instituto de la capital, tiene una pista que puede ayudar a esclarecer la verdad de este caso. Ha visto la palabra Unicuique escrita en el dorso del anónimo. Es el comienzo de una expresión latina: Unicuique suum, que significa «A cada cual, lo suyo». Esta expresión es el logotipo de un periódico católico y conservador, L’Osservatore Romano, muy poco leído en el pueblo.

El profesor Laurana, un cuarentón honrado y melancólico que todavía vive con su madre, inicia su investigación como un pasatiempo, guiado por la curiosidad. También le influye la buena presencia de la viuda del doctor Roscio. Su intención no es resolver el caso para que policías y jueces hagan justicia, pues ni cree en esa clase de justicia ni se le escapa lo peligroso que es mezclarse en un asunto así. Tampoco pretende nada con la viuda del doctor Roscio, más por falta de iniciativa que de interés. Pero una vez ha comenzado su investigación, el delicado equilibrio que rige su ordenada vida puede saltar por los aires en cualquier momento…

Leonardo Sciascia firma en A cada cual, lo suyo una comedia negra en la que un doble asesinato es la excusa para mostrar las aristas morales de sus protagonistas, ciudadanos tan ejemplares como cínicos, que hace ya mucho que perdieron su capacidad de asombrarse y escandalizarse por nada, aunque todavía pueden pasar buenos ratos a costa de la desgracia ajena.

En una sociedad corrupta, la impunidad es la norma. Eso vale tanto para un pistolero como para el que manda en la política o los negocios. Uno de los personajes aborda directamente la cuestión al recordar el terrible accidente de la presa de Vajont, que destruyó el pueblo de Longarone y le costó la vida a dos mil personas, un accidente que pudo evitarse:

«Una gran empresa decide construir una presa río arriba de una población. Unos cuantos diputados, valiéndose del parecer de los técnicos, exigen que la presa no se construya por la amenaza que supone para la población. El gobierno da el permiso y la presa se construye. Cuando ya está en funcionamiento, ocurren algunas cosas que anuncian el peligro. Nada. Hasta que un día sobreviene la desgracia que algunos habían previsto. Resultado: dos mil víctimas mortales… Dos mil: los mismos que los Ragana que prosperan por aquí liquidan en diez años…».

Leonardo Sciascia realiza un perspicaz retrato del microcosmos de su villa siciliana en el que la reputación de cada cual parece valer más que su propia vida. Los intereses más egoístas se ocultan bajo el manto de tradiciones trasnochadas a las que todos rinden una hipócrita pleitesía.

El ritmo ágil de esta obra, ayudado por una trama al estilo de Graham Greene, culmina en una última parte tan brillante como divertida.

Comentaba Italo Calvino en una carta a Sciascia:

«He leído tu novela policíaca —A cada cual, lo suyo—, que no lo es, con la pasión con que se leen las novelas policíacas, y además divirtiéndome al ver cómo se desarrolla e incluso cómo queda demostrada la imposibilidad de la novela policíaca en el ambiente siciliano. Es, en resumen, un magnífico Sciascia, que se ubica junto a El día de la lechuza y lo supera porque hay más ironía».

Esa ironía no impide la cercanía de Sciascia con el mundo que retrata. Sciascia no es un moralista, sino un hombre profundamente implicado en los problemas de su época, que difieren en poco de los de la nuestra. En el centenario de su nacimiento, cada nueva lectura de Sciascia reafirma su valor presente.

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14 comentarios en “«A cada cual, lo suyo» (1966), de Leonardo Sciascia

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  2. ¡Qué buena pinta! Me lo apunto también. Tengo sobre la mesilla de noche ‘El caballero y la muerte’, pendiente de leer. Gracias por la reseña. Veo que compartimos la fascinación por Sciascia.
    Un saludo.

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