«Hoy, la riqueza; mañana, nada. Y otra vez a empezar…».
David Golder
Irène Némirovsky
Irène Némirovsky publicó David Golder en 1929, el mismo año del crac de Wall Street. Pocas novelas retratan con tanta fiereza el miserable pago que tienen quienes rinden culto al dinero con ambición desmedida. Creer en otra cosa que el dinero es un lujo que no pueden permitirse en su pequeño mundo en el que todo tiene un precio contante y sonante. El problema es que la felicidad no puede comprarse, y que tampoco hace falta creer en ella para poder llegar a ser muy infeliz.
Golder es un financiero judío hecho a sí mismo. Implacable en los negocios, es desplumado inmisericordemente por su mujer, a la que odia, y por su hija, a la que adora. Es perfectamente consciente de ello. Después de un terrible encuentro con su socio, que ha devenido en enemigo y al que da la estocada definitiva, su salud se resiente gravemente. Sabe que tiene que reposar, y también la clase de «paraíso» que le aguarda en su vuelta a casa.
«Más tarde, el fulgurante tropel de Biarritz invadiría la casa. Aquellas caras… Sólo de pensar en ellas se le revolvía el estómago. Todos los truhanes, los chulos, las viejas golfas del lugar… Y aquella gente se pasaría la noche bebiendo, comiendo y emborrachándose a su costa. Una corte de perros hambrientos».
Después de dar de comer a estos «perros hambrientos» como se espera de un buen anfitrión como él, su dolencia se agravará. Su pequeño mundo se tambalea dramáticamente, necesitado de una continua inyección de grandes sumas de dinero para seguir costeando el caro tren de vida de su mujer y de su hija.
Irène Némirovsky muestra con una prosa afilada y directa el infierno en el que convierten sus relaciones quienes tienen una billetera por alma. El retrato de David Golder, de su mujer y de su hija sacude al lector por su brutal honestidad. No hay intención alguna de edulcorar su realidad. Todos tienen unos colmillos que brillan más que sus trajes de gala y que asustan incluso las raras veces que sonríen.

David Golder tiene una gran carga autobiográfica. Irène Némirovsky, nacida en Kiev, era hija de un banquero judío que tuvo que exiliarse en París tras la Revolución de Octubre. Si él es la inspiración para el protagonista de la novela, su madre, a la que odiaba, lo es para la mujer de Golder, una persona de un egoísmo feroz. Fanny Némirovsky sentía por su hija «una suerte de aversión» (según Myriam Anissimov en su prólogo a Suite Francesa). Tras la guerra, negó su ayuda a sus nietas, ya huérfanas. Guardaba un ejemplar de David Golder entre sus pertenencias cuando murió en 1989, sesenta años después de su publicación.
Irène Némirovsky tenía 26 años cuando envió David Golder a su editor. No puso su nombre ni sus señas para evitar los prejuicios que podían pesar sobre ella por ser mujer y además tan joven. El editor tuvo que poner anuncios en la prensa para encontrarla. La novela fue un éxito inmediato. Ajena a las modas literarias vanguardistas del momento e influenciada por autores como Balzac, Wilde, Tolstói, Chéjov o Turguénev, su obra brilla con luz propia entre los grandes clásicos de la literatura.
Irène Némirovsky murió en el campo de exterminio de Auschwitz en agosto de 1942. La publicación póstuma de su inacabada Suite francesa en el 2004 fue un acontecimiento literario mayúsculo, el descubrimiento de una obra extraordinaria y una nueva muestra del talento único de esta magnífica escritora para retratar la conducta humana en los momentos de crisis.
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Nunca he leído nada de esta autora ucraniana, pero como recientemente han publicado una traducción al gallego de su obra “El Baile” me he puesto a indagar y he seleccionado un par de títulos para el futuro, ahora tendré que añadir este “David Golder” que tan buena pinta tiene. Saludos!
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Leí «El baile» en su momento. Me gustó, pero no recuerdo apenas la novela. Irène Némirovsky está entre mis autoras favoritas desde que leí «Suite francesa». Ya contarás qué te parece cuando la leas. Saludos 🙂
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Hola Juan, he leído maravillas de esta escritora en otros blogs y ahora te sumas al grupo. Tiene buena pinta asique pasa a mi lista, la verdad tus reseñas parecen relatos. Tienen un tinte de novela…como se nota que eres escritor 🙂
Saludos y que sigas disfrutando de tus lecturas.
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Ahh, curiosamente Irene es el seudónimo que utiliza el librero Eun Seob en su blog para hablar de Mok Hae Won, la protagonista de la serie que acabo de finalizar. Cuánta coincidencia 🙂
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Una pequeña muestra de sincronicidad, que diría Jung 🙂
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Irène Némirovsky conocía bien los resortes de la conducta humana. y los muestra con una lucidez pasmosa. Creo que te unirás al grupo de lectores entusiastas cuando la leas 🙂
Escribir una buena reseña es todo un arte. Parece que estás escribiendo sobre un libro, pero, en realidad, estás hablando de ti… Qué te voy a contar que no sepas XD
Saludos 🙂
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Es cierto, incluso cuando piensas «Fui muy objetiva/o en mi reseña» los lectores siguen viendo cosas de ti en la misma jaja, o será que tengo lectores muy suspicaces 😉
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¡Hola! Este post me recuerda que tengo entre mis pendientes «El baile» de esta misma autora. Jamas había escuchado sobre este libro de Irène Némirovsky, tiene una premisa interesante que hasta cierto punto me recuerda a «El gran Gatsby».
Aunque el hecho de que la historia pueda estar basada en su propia familia de añade un punto de interés para mí, generalmente cuando los autores basan sus personajes en personas cercanas suelen ser muy realistas. Interesante reseña 🙂 ¡Saludos!
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Es verdad que hay una conexión con «El gran Gatsby». No sé si Scott Fitzgerald conocía a Gatsby. Sorprende la base autobiográfica de «David Golder». Irène Némirovsky tenía una mirada valiente y reveladora como pocas. Saludos, Noctua 🙂
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Muy buena reseña, Juan. Esta autora es verdaderamente atrayente, tanto por su talento, como por la triste vida que le tocó vivir. De ella he leído “El baile”, una novelita breve, casi es más un relato largo. Me gustó mucho el planteamiento de la historia, la crítica a esa burguesía hipócrita de la época y el grandioso final. Un saludo
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Gracias, Mayte. Leí «El baile» en su momento, pero no me dejó la huella de «David Golder» y de «Suite francesa», ya me está entrando curiosidad por leerla otra vez. Muy grande Irène Némirovski. Saludos 🙂
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Apuntaré «David Golder» a mi lista. Gracias. Un saludo
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