«Mi historia se esconde entre los números de la crisis, detrás de los tres millones de empleos aniquilados y de las más de 250.000 empresas que fueron echando el cierre desde 2008 en España. […] cifras en rojo que por su inmensidad impiden ver a sus protagonistas».
María Figueiral
Cartas de ajuste
Todos hemos visto cómo las calles se llenaban de negocios con el cierre echado y el cartel de «Se vende» en sus puertas cuando estalló la crisis de 2008. Cada cierre echado abre el telón a un drama silencioso. María Figueiral pone voz a uno de estos dramas. Su relato de la quiebra del negocio familiar es todo un descenso a los infiernos, solo que en vez de demonios y fuego lo que se encuentra es a subasteros, administradores concursales y una fauna afín que se van a repartir como buitres carroñeros los restos del negocio difunto en un clima generalizado de fría indiferencia burocrática.
La autora explica al comienzo del libro cómo surgieron estas Cartas de ajuste:
«Cada carta es un momento, una anécdota o experiencia de un adiós que duró más de cinco años, que me ha cambiado y que viví con clientes, curiosos, empleados, intermediarios, abogados, administradores concursales, personal de la banca, funcionarios, subasteros, notarios, y en familia. Muchas noches, algunos domingos y tardes de espera escribía, primero para mí y ahora para que se sepa».
María Figueiral, como la periodista que es, va tomando notas de todos esos momentos que, juntos, acaban componiendo la crónica precisa de una ruina que no es solo la del negocio familiar, sino la de un sistema en el que el fracaso equivale poco menos que a un crimen.
Pero siempre hay luz donde hay sombras. Muchos referentes se hunden en los momentos de crisis, otros, en cambio, resisten como firmes faros que nos guían en mitad de la tormenta. La autora defiende los valores de esfuerzo y amor al trabajo bien hecho transmitidos por sus padres y que son su verdadera herencia. Así, dedica una emotiva carta a su madre en la que escribe:
«Te veía aguantar y no podía rendirme. Has soportado perder sin ser vencida, has superado el engaño sin volverte desconfiada, has aprendido cuando ya te tocaba dar lecciones y te has adaptado sin renunciar a ti. […] Eres más fuerte de lo que crees. No han podido contigo ni lo harán, porque, con tu singular mezcla de humildad y dignidad, demuestras, como ya lo hiciste, que vencerás a las circunstancias».
Esa dignidad es la que ilumina las páginas de esta obra valiente, testimonio de una época en la que tantas veces parecen contar más los números que las personas.
Hola Juan, entiendo el sentimiento…mi país es «experto» en pasar por crisis económicas. Y como bien señalas las personas pasan a ser números, algo insustancial sin nombre ni rostro. Sin embargo en esos malos tiempos es cuando también suele surgir la solidaridad, la dignidad, la templanza, y la fortaleza silenciosa. Es importante resguardar los buenos sentimientos y pensar que son más las personas que quieren construir que destruir…aunque a veces no lo parezca. Muy buena entrada, saludos 🙂
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Me gusta mucho lo que dices, yo también lo veo así. Genial tu comentario, Coremi. Saludos 🙂
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