«Clavícula», de Marta Sanz: Dolor y rebeldía

“Voy a contar lo que me ha pasado y lo que no me ha pasado.
La posibilidad de que no me haya pasado nada es la que más me estremece.”

Clavícula
Marta Sanz

«En el reino animal, la regla es: comed o sed comidos; en el reino humano: definid o sed definidos.»

El segundo pecado
Thomas Szasz

Clavícula, de Marta Sanz. Ilustración de Marta Gómez-Pintado

Clavícula. Ilustración de Marta Gómez-Pintado

Durante un vuelo transoceánico, Marta Sanz siente un dolor en su clavícula que no puede atribuir a ninguna causa específica. Comienza así una pesadilla donde la autora se verá enfrentada a sus peores demonios mientras busca un diagnóstico para el fiero dolor que la acosa.

“Yo quiero que me quiten un dolor. Que me ayuden a localizarlo. Que me extirpen del corazón el ansia poniéndole un nombre y un remedio.”

Este valiente relato autobiográfico, angustioso y divertido a ratos, es el intento de domesticar ese fiero dolor que escapa a una definición médica a través de la fiera crítica del resto de definiciones sobre la mujer, la menopausia, el deseo, el deber, el trabajo, la culpa, la locura, la familia, la escritura, definiciones que pretenden suplantar la autenticidad y espontaneidad de nuestra realidad por su interpretación ideológica, al servicio, en este caso, de unos valores patriarcales y neoliberales que configuran nuestro actual paisaje eufemístico de lo políticamente correcto. La autora reivindica la necesidad de ser honestos con nosotros mismos. Si estás mal, ¿por qué poner buena cara y decir lo contrario?

“Mi dolor me lleva a experimentar una gran culpa. Mi dolor es un fallo que no puedo permitirme. La prueba irrefutable de una inteligencia débil.”

La queja que articula Marta Sanz en este sorprendente texto devuelve a su oscura raíz, según la bella expresión de Lorca, al grito, al que lo políticamente correcto destierra del discurso. Escribe Marta Sanz:

“Me importa más la mueca que el lenguaje que la adecenta.”

La pincelada gruesa de estilo, con elementos escatológicos y vulgares, se convierte así en una herramienta para impedir que lo literario ahogue con las plumas del lenguaje la tensa vibración de la voz:

“Escribo de lo que me duele. Hoy veo con toda claridad que la escritura quiere poner nombre e imponer un protocolo al caos. Al caos de la naturaleza, a la desorganización de esas células dementes que se resisten a morir, y al caos que habita en el orden de ciertas estructuras sociales.”

Este relato recuerda a “El proceso” de Kafka. Ahí K., su protagonista, busca la culpa que justifique la acusación de la que es objeto dentro del enmarañado y hostil mundo de la burocracia; aquí Marta Sanz busca ponerle nombre a su dolencia dentro del intrincado y hostil mundo de los especialistas médicos, e igual que K., que va de una ventanilla a otra sin resultado, ella visita la consulta de un especialista tras otro debatiéndose entre el miedo y la esperanza sin obtener una respuesta satisfactoria:

“La fibromialgia hoy es una enfermedad que me calzo en la mano como un guante. Me conviene.”

Narrado a través de cuadros breves y una forma literaria abierta, que abarca desde el ensayo al cuento y la poesía, este relato crece desde el suspense por la aparición de una enfermedad sin diagnóstico hasta convertirse él mismo en un diagnóstico de los males de nuestro tiempo. Puede coincidirse poco, mucho o nada con este diagnóstico, pero, por encima de toda consideración ideológica, está la verdad que transmite su autora sobre lo precario de nuestra condición:

“Mi marido y yo nos marchamos por fin y, mientras bajamos en el ascensor, la dulzura y la paz me acongojan. No sé disfrutar ni de la paz ni de la dulzura. Porque se acaban.
»La nueva fragilidad de mis padres me cala los huesos. Se transforma en mi propia debilidad. Detesto la naturaleza y lo inexorable. No sé vivir. Y sin embargo…”

Y sin embargo, Marta Sanz sigue adelante y nosotros con ella. Lejos de resignarse, mantiene su luminosa actitud de rebeldía hasta el final, que es la única manera de mantenerse cuerdos en un mundo que hace ya mucho que se volvió loco.

 

Clavícula, de Marta Sanz. 2017. Editorial Anagrama

Clavícula, de Marta Sanz. 2017. Editorial Anagrama

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