Un misterio habita en el corazón de toda historia como habitaba el Minotauro en el laberinto de Creta. Perderse en su búsqueda es fácil. El laberinto no te va a entregar su secreto, tú tienes que arrebatárselo o tu historia acabará en alguno de los innumerables caminos que te llevan a un callejón sin salida. Tu intuición te guía espacialmente determinando la dirección por la que avanzas mientras que la lógica te guía temporalmente haciendo ese camino paso a paso. En un bloqueo siempre estás atrapado espacialmente en un punto que te impide continuar, así que la solución la encontrarás en la secuencia temporal de los pasos que te han llevado hasta ese punto.

En el acto creativo nuestra intuición, que se guía por la libre asociación de nuestra imaginación, fija los puntos de referencia, acertados o no, sobre los que construimos las cadenas de causalidad que nos llevan de un punto a otro y que trazan las líneas del mapa que nos revelará el misterio que se encierra en el terreno inexplorado que tenemos ante nosotros. A partir de un mínimo esbozo podemos desarrollar un todo coherente ordenado lógicamente. Este orden lógico es nuestro hilo de Ariadna, que como a Teseo en el laberinto, nos puede permitir desandar el camino hasta encontrar la salida de nuestro bloqueo cuando nos topamos con el muro que nos impide avanzar tras tomar una referencia mala.