
Ronald A. Knox, un erudito cura católico, formaba parte del Detection Club, fundado en 1928 por Anthony Berkeley. Gilbert K. Chesterton sería el primer presidente del Detection Club, que contaría entre sus miembros con Agatha Christie, Dorothy L. Sayers y varias de las mejores plumas detectivescas de la época. El juramento del club deja claro el espíritu de juego sujeto a unas reglas que animaba a estos creadores de misterios, cuyas novelas solían presentar la estructura de un whudunit («¿Quién lo ha hecho?»):
«¿Prometes que tus detectives investigarán de verdad los crímenes presentados ante ellos usando el ingenio con el que te guste dotarlos y no confiando ni haciendo uso de la Divina Revelación, la Intuición Femenina, las Supercherías, las Trampas, la Coincidencia o la Acción de Dios?».
Ronald A. Knox escribe su decálogo de la ficción detectivesca como una guía de trabajo para todos los autores, la mayoría ingleses, de la llamada Edad de Oro de los Detectives, que transcurrió principalmente en el período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, aunque su influencia se ha extendido hasta nuestros días y sus obras, hoy igual que el primer día, siguen divirtiendo a muchos lectores.

Knox publicó su decálogo en Best Detective Stories First Edition, en 1929 (traduzco sin los comentarios del autor, salvo en un par de casos que contribuyen a una mayor comprensión de lo expuesto):
Decálogo de las historias de detectives:
I. El criminal debe ser alguien mencionado en la parte inicial de la historia, pero no debe ser alguien del que el lector conozca sus pensamientos. […] Sería más exacto decir que el autor no debe implicar una actitud de engaño en el personaje que resulta ser el criminal.
II. Los agentes sobrenaturales o preternaturales están descartados por rutina.
III. No se permite más de una habitación secreta o pasadizo.
IV. No puede usarse ningún veneno no descubierto hasta ahora, ni ningún dispositivo que necesite una larga explicación científica al final.
V. Ningún chino debe figurar en la historia. […] si estás pasando las páginas de un libro y te tropiezas con alguna mención a «los ojos rasgados de Chin Loo», lo puedes dejar inmediatamente; es malo.
VI. Ningún accidente debe ayudar jamás al detective, ni debe tener una intuición inexplicable que resulte ser cierta.
VII. El detective no debe cometer el crimen. […] un criminal puede disfrazarse legítimamente como un detective.
VIII. El detective no debe tropezar con ninguna prueba que no sea mostrada instantáneamente para la inspección del lector.
IX. El estúpido amigo del detective, el Watson, no debe ocultar ningún pensamiento que le pase por la cabeza; su inteligencia debe estar ligeramente, pero muy ligeramente, por debajo de la del lector medio.
X. Los hermanos gemelos, y los dobles en general, no deben aparecer a menos que hayamos sido debidamente preparados para ello.
Como puede apreciarse, el objetivo principal es que haya juego limpio y el lector pueda competir en condiciones de igualdad con la sagacidad del detective de turno para dilucidar la identidad del asesino.
Frente al realismo descarnado y la fuerte crítica social de la novela negra estadounidense que surge también por esos años, estas novelas inglesas de detectives transcurren siempre en entornos apacibles y son vehículos de evasión, que satisfacen una visión metafísica en la que el bien siempre triunfa sobre el mal.
La regla número cinco me ha parecido de lo más curiosa, aunque tengo que decir que ahora siento lástima por Chin Loo. Saludos!
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Jajaja… Es, sin duda, la regla más controvertida. Saludos 🙂
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¿Qué pasa con el punto 5? Jajaja, es muy extraño. Ok, doy fe que las series de investigación (que yo he visto) no han cumplido con el punto 7, 8 ni el 10, por eso las series inglesas son mejores 😛
Hablando de detectives ¿conoces la serie Vera? Me gusta tanto como El padre Brown.
Oh, y en mi preadolescencia leí todas las obras de Agatha Christie que había en la biblioteca del pueblo y ella cumplió con todos los requisitos como buena miembro del club. Saludos Juan y gracias por esta informativa entrada 🙂
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¡El controvertido punto 5! XD Primera noticia que tengo de Vera, veré algún capítulo. Solo que menciones al padre Brown ya espolea mi curiosidad. Agatha Christie es la gran maestra del género. Sigo disfrutando con su lectura después de tantos años. Saludos, Coremi 🙂
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La serie Vera cumple con todos los requisitos, y Vera como personaje (es la señora Benett de la versión Orgullo y Prejucio 2005 :-D) es genial tiene algunas similitudes con el Padre Brown. Ya dirás que te pareció si la ves. Saludos de vuelta 🙂
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Te comento en cuanto la vea, a ver si no se me indigesta tanto té, que yo soy más de bebidas fuertes XD
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Vera también gusta de las bebidas fuertes 😉 asique no te vas a indigestar; el Padre Brown y yo los miramos desde la vereda/acera de enfrente con nuestra tazas de té jajaja.
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Se que vengo 2 años tarde, pero la regla 5 no se refiere a un chino de china, si no a un «chinaman», que es un asesino sin motivos para asesinar, nombre que surge de la novela homónima, escrita por Stephen Leather.
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Hola, Claudio. Ronald A. Knox publicó su texto en 1929. Stephen Leather todavía no había nacido. Leather publicó «The Chinaman» en 1992. Saludos 🙂
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Great postt thanks
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I’m glad you like it 🙂
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