«—¿Hasta dónde estarías dispuesta a llegar en la lucha contra ETA?».

La infiltrada, thriller dirigido por Arantxa Echevarría, ficciona la historia real de Elena Tejada, la policía que logró infiltrarse en el comando Donosti de ETA a finales de los noventa. Con una identidad falsa, esta mujer, rebautizada como Arantxa Berradre, consiguió introducirse primero en el entorno de ETA. Después de años, le surgió su oportunidad para ganarse la confianza de uno de los miembros de la banda terrorista. Este buscaba piso y la contactó. Durante más de un año, ella y el etarra compartieron piso. El riesgo que Arantxa corría de ser descubierta se incrementó explosivamente cuando un segundo miembro de la banda, mucho más violento y desconfiado, entró a vivir en el piso.

Al principio de La infiltrada vemos a Arantxa en su doble realidad. Está integrada en el círculo de simpatizantes de ETA, pero pasa sola Año Nuevo. Luego conocemos el momento en el que su jefe la recluta para su misión. Ella estaba recién graduada en la Academia de la Policía en Ávila. Eran principios de los 90. Los terroristas de ETA seguían matando y su final parecía más una utopía que algo posible: «Quiero ver el fin de esto y quiero ser yo la que esté en primera fila», dice Arantxa. Sorprenden estas ganas de meterse en la boca del lobo y arriesgarlo todo, con una determinación y entrega que van mucho más allá de lo exigible a nadie. Y, sin embargo, era un deseo compartido por más compañeras de Arantxa. Fueron varias las que intentaron infiltrarse en ETA, aunque sin éxito. Su valentía solo parece comparable a su temeridad.

Arantxa Echevarría, la directora de La infiltrada, muestra con maestría el doble juego de su protagonista. Arantxa está condenada, por un lado, a cortar los lazos con los suyos para sacar adelante su misión y, por otro lado, tiene que vivir en la máxima intimidad con sus enemigos. Es difícil pensar en una soledad mayor que en la de un infiltrado. No pueden confiarse a nadie y deben cuidarse hasta de lo que dicen mientras duermen. Viven atrapados en una mentira las veinticuatro horas del día. Parece normal que haya momentos de crisis por semejante desgaste psicológico, momentos en los que puedan llegar a sentir una conexión real con aquellos a quienes engañan. Echevarría, con una gran sensibilidad, muestra la angustiosa soledad de Arantxa y los momentos de flaqueza que debe enfrentar. Su gato será el único apoyo afectivo real en su entorno inmediato durante su larga misión.

Otro de los grandes aciertos de La infiltrada es el retrato verosímil que ofrece de los dos terroristas que comparten piso con Arantxa. Lo refuerza el gran contraste entre ellos. Uno es más simpático y el otro, un psicópata. Se ven a sí mismos como héroes que luchan por la libertad de su pueblo. Para ellos, sus víctimas son torturadores y opresores desalmados. Frente al maquillaje de las palabras, la abominable naturaleza criminal de sus actos asoma con su rostro desnudo en una secuencia memorable cuando Arantxa le pide a uno de estos «libertadores del pueblo» que le explique cómo llevó a cabo un atentado.

Además de su excelente guion y dirección, La infiltrada se apoya en la gran interpretación de Carolina Yuste. La pacense transmite con enorme intensidad la fuerza y también la vulnerabilidad de su personaje. Son convincentes el resto de actuaciones, con Luis Tosar como el supervisor de Arantxa y con un Diego Anido que lo borda en el papel del terrorista psicópata.

En definitiva, La infiltrada, de Arantxa Echevarría, es un thriller brillante que marca una de las cimas del género en España. Tiene una hechura clásica que recuerda a las obras maestras del suspense como Encadenados, de Hitchcock. Al mismo tiempo, Echevarría le da una impronta propia y consigue generar una tensión extrema hasta con la discusión de quién tiene que fregar los platos.

La infiltrada ha ganado el Goya a la Mejor Película 2025 (ex aequo con El 47). Carolina Yuste ganó también el Goya a la Mejor Actriz.

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