Tras las curvas de la ascensión en el coche y unos minutos de vértigo en el teleférico, un niño le pregunta a su padre al llegar junto a la cima del Teide:
―¿Para qué hemos venido aquí?
El niño está desconcertado, sin entender cuál es la atracción en este páramo rocoso.
Su padre, sorprendido, duda un momento.
Podría explicar a su hijo que el Teide mide 3718 metros y es la montaña más alta de Europa y el tercer volcán más elevado de la Tierra y bastantes más cosas, pero dice simplemente:
―Porque esto es una belleza.
Y señala alrededor. Su hijo duda un momento, asimilando esta información. Desde su privilegiada posición, a hombros de su padre, dirige una mirada atenta al inmenso escenario natural en el que se encuentra. Finalmente, ante el gesto serio de su progenitor, él adopta también un aire trascendente:
―Qué bonito ―dice.
Y lo repite maravillado un montón de veces, sensible a lo que antes de ser nombrado permanecía invisible a su mirada.
NOTA: Las fotos de esta entrada muestran el Teide y Pico Viejo, que se puede contemplar siguiendo uno de los senderos en la cima del volcán.






¡Hola! Ese niño no puede ser menos entusiasta, a mí no me daría ganas de sacarlo a pasear de nuevo XD
No conocía la montaña Teide, gracias por el dato buscaré más información de ella 🙂 ¡Saludos!
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La doble reacción del niño fue genial, por un momento pensé que iba a decir que el emperador estaba desnudo XD
Se siente muy vivo el misterio de la Creación en un sitio como el Teide. Saludos 🙂
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Ese niño no sabe fingir jajaja. Como dice el dicho «Dios le da pan a quien no tiene dientes».
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