«Misery» (1987): Las mil y una noches de Stephen King

Sobre obsesión, creatividad, sueño y mito

Misery: las mil y una noches de Stephen King

Soy tu fan número uno. Ilustración de Marta Gómez-Pintado

No era Annie quien era Sherezade. Era él.
Misery

Ves algo, entonces hace clic con otra cosa, y de ahí saldrá una historia. Pero nunca sabes cuándo va a ocurrir.
El arte de la ficción. Entrevista. Paris Review. 2006

Stephen King

Sea cuando sea el momento en el que surge una historia, reconocemos siempre esa conexión entre un elemento nuevo y esa otra cosa que ya estaba en nosotros con una sensación única que nos transporta inmediatamente a una dimensión paralela que escapa al tiempo y lugar en el que nos encontramos. Lo que está detrás de esta súbita iluminación suele ser una obsesión personal sobre algún tema. De pronto una vaga intuición al respecto se concreta en esta conexión que se hace visible a nuestros ojos y que nos asalta inesperadamente. Es algo que nos ocurre despiertos, y que también puede suceder mientras soñamos. Señala el neurocientífico Rodolfo Llinás:

Cuando estamos despiertos y conscientes, en realidad estamos soñando y esos sueños están siendo dominados por los sentidos que a su vez están gobernados por el mundo exterior. Mientras que cuando dormimos, están gobernados por la memoria.

Stephen King concibió su novela Misery (1987) durante un sueño, igual que le sucedió a Stevenson con su Jekyll y Hyde. Como explica en Mientras escribo (2000), durante un vuelo a Londres «tuve un sueño sobre un escritor famoso (podía ser yo o no, pero seguro que no era James Caan) que caía en las garras de una fan psicótica». Fue así como nacieron Annie Wilkes y Paul Sheldon, los protagonistas de este duelo inolvidable. Stephen King desarrolló el argumento a partir de la situación clave que había visto en su sueño, y sobre todo de los personajes, que durante el trabajo de escritura irían revelando una mayor complejidad de la que él anticipaba en su sueño.

La verdadera historia no existía entonces (bueno, sí existía, pero como una reliquia enterrada -excepto por dieciséis páginas manuscritas- en el suelo), pero no necesitaba conocer la historia para empezar a trabajar. Había localizado el fósil; el resto, lo sabía, consistía en excavar cuidadosamente.

Este trabajo de cuidadosa excavación fue sacando a la luz diversos estratos en los que hundía su raíz la historia aún germinal. Por un lado estaban las experiencias de Stephen King, tanto en el plano social como autor de éxito, como en el plano personal con su larga adicción a la cocaína, y por otro el sustrato mítico sobre el que proyectó sus experiencias simbólicamente, en este caso Sherezade y Las mil y una noches.

Stephen King utilizó Misery como su particular diván donde exorcizar los demonios que le atormentaban en esa época, y aprovechó además para compartir con sus lectores su profundo conocimiento de su oficio de escritor.

Su protagonista, Paul Sheldon, es un moderno Sherezade que tiene que enfrentar por igual a su despótica admiradora Annie Wilkes y a sus demonios interiores, que le han llevado a encontrarse en su desesperada situación. Durante una tormenta, se estrella con su coche, borracho después de haber completado una novela «seria» con la que confía en ganar el reconocimiento literario que sus críticos le niegan con sus novelas románticas subidas de tono. Annie Wilkes le rescata y le convierte en su prisionero, dispuesta a que escriba para ella su mejor novela sobre Misery, la heroína de su saga de aventuras. Stephen King cuenta en Mientras escribo el primer diálogo que escuchó de Annie Wilkes en su sueño y que anotó en una servilleta para recordarlo:

No estaba intentando burlarme cuando llamé a mi cerda Misery, no señor. Por favor no pienses eso. No, la llamé así en el espíritu del amor de una fan, que es el más puro amor que existe. Deberías estar halagado.

Y en ese espíritu amoroso, Annie Wilkes, tan remilgada y soñadora como sádica asesina, no dudará en mutilar a su amado escritor cuando éste no cumpla con lo que ella espera de él.

Stephen King, como autor de historias de terror de fama mundial, tuvo que lidiar con el descontento de parte de sus seguidores cuando decidió cultivar otros géneros. «Esto no era lo que esperaba, esto no era lo que quería» reflexiona Paul Sheldon sobre ese «espíritu de amor» que guía a los que se llaman a sí mismos «fan número uno».

Annie Wilkes, como la fan número uno de Paul Sheldon, le obligará brutalmente a resucitar a Misery. Y Paul Sheldon tendrá que interpretar para ella el papel de Sherezade escribiendo esa nueva novela de Misery para posponer un día más la condena de muerte que pesa sobre él desde que ha caído en el poder de su desequilibrada guardiana.

«Misery es un libro sobre la cocaína. Annie Wilkes es la cocaína. Ella era mi fan número uno», comentaba Stephen King en una entrevista para la revista Rolling Stone en el 2014.

Paul Sheldon sobrevive al terrible dolor que le provocan sus múltiples fracturas tras el accidente por las drogas que, calculadamente, le suministra su enfermera psicótica. No habrá humillación en la que no caiga con tal de obtener la dosis que apacigüe su dolor, y así hasta la siguiente vez, en una inversión negativa del mito de Sherezade, en el que la condena se renueva con cada dosis en una lenta agonía que sólo puede acabar mal.

Y, sin embargo, por mal que pinten las cosas para Paul Sheldon, es una adicción de naturaleza muy diferente la que le permite sobreponerse aun en en los momentos de mayor desesperación:

Podía arruinarse, él sabía eso, pero a pesar de la reputada fragilidad del acto creativo, había sido siempre la cosa más resistente, la más duradera, en su vida —nada había sido capaz de enturbiar esa loca fuente de sueños: ni la bebida, ni la droga, ni el dolor.

Son muchas las cicatrices que tiene encima Paul Sheldon, como son muchas las que tiene Stephen King, y con ellas hacen lo que todo artista dotado para su arte: sublimarlas creativamente en una obra imperecedera.

Desnuda a un escritor, señala las cicatrices y él te contará la historia de cada pequeña cicatriz que tenga. De las grandes sacas novelas, no amnesia. Tener un poco de talento es bueno si quieres ser un escritor, pero el único requerimiento real es esa habilidad para recordar la historia de cada cicatriz. El arte consiste en la persistencia de la memoria. ¿Quién ha dicho eso? ¿Thomas Szasz? ¿William Faulkner? ¿Cyndi Lauper?

Palabra de Stephen King.

Misery, por mucho que le pueda molestar al Harold Bloom de turno (el crítico Harold Bloom echó pestes cuando le concedieron a Stephen King el prestigioso premio National Book Award en el 2003), es ya un clásico contemporáneo.

19 comentarios en “«Misery» (1987): Las mil y una noches de Stephen King

  1. Hola, tengo este libro en lecturas pendientes pero disfruté mucho la película Kathy Bates se supera a sí misma…la información adicional es muy interesante, me gustó particularmente lo de que los escritores cuentan la historia de sus cicatrices y pienso que son muy valientes al exponerse de ese modo. Saludos, seguiré atentamente tus publicaciones. Nos leemos 🙂

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  2. Kathy Bates está espléndida como dices en el papel de Annie Wilkes, yo la veía a ella mientras leía la novela… Stephen King, años después de publicar «Misery» fue atropellado por una furgoneta y estuvo a punto de morir (lo cuenta con detalle en «Mientras escribo»). Lo primero que hizo al salir del hospital fue comprar la furgoneta que le atropelló. La persistencia de la memoria 😉 Nos leemos. ¡Saludos!

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  6. Un post muy interesante. No sabia que Stephen King escribia su novela despues de un sueño. Pienso que sus libros se parecen a guiones y por eso se hace buenas peliculas basadas en ellos. Me gusta Misery tambien, sobre todo Kathy Bates como Annie Wilkes y el final.

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    • Cuesta creer que Kathy Bates no fuese la protagonista del sueño que tuvo King XD Su estilo es muy visual y eso ayuda, como señalas, a que salgan tan buenas películas de sus libros. Sobre otros aspectos fundamentales de su escritura, todo lo que cuenta en «On writing» es muy revelador. Saludos 🙂

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      • Mucha gente me recomendó este libro de Stephen King también. Los libros de Stephen King son adictivos y tienen conceptos interesantes, pero la verdad es que no tengo ganas de escribir como Stephen King. Es la verdad. Aprecio el estilo de escritura que es más complicado y que tiene muchos más detalles que Stephen King produce.

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